Sergio ha querido deleitarnos con un nuevo relato, escrito con mucho detalle y cariño, en el que ha incluído a todos los miembros de 6ºB. Le ha llevado 3 días hacerlo. Cuenta que primero se le ocurrió la idea, después se empezó a documentar, como hace su madre para sus novelas, y por último lo ha escrito.
¡No ha dejado que nadie lo viera hasta que estuviera terminado del todo!
Espero que lo disfrutéis tanto como lo he disfrutado yo.
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LA AVENTURA DE 6ºB
Aquel día era el vigesimocuarto después de que empezara la cuarentena. Y fue ahí, en ese mismo instante, cuando se le ocurrió a nuestro profesor, Daniel, una original idea. Y, como todas las suyas, nos encantó. La idea consistía en hacer una visita virtual al museo del Louvre, todos a la vez. Así pues, nos metimos, cada uno desde su casa, a la página que nos indicaba el email que acabábamos de recibir. Una vez estuvimos viendo el Louvre toda la clase, se empezaron a oír murmullos de admiración, tales como:
—¡Oh!
—¡Guau!
—¡Me encanta!
Y también se escucharon voces diciendo emocionadas:
—¡Hola, compañeros!
—¡Cuánto tiempo!
—¡Qué ilusión!
Y así fue como empezó el recorrido por todo el famoso museo Louvre, mirando esto, mirando aquello. En ese momento sonó el retumbar de un trueno cercano, muy cercano. Al cabo de unos segundos cada móvil, tablet u ordenador, empezó a emitir un brillo muy intenso. Fue una experiencia muy extraña, porque todos los aparatos electrónicos absorbieron a sus dueños.
De repente nos encontramos todos, cara a cara, (Daniel, el profesor, incluido) en el museo del Louvre.
—¿Qué ha pasado? —dijo Alain—. Todavía me pitan los oídos.
—¡A mí también! —afirmó Ángela—. ¡Qué molesto!
—¿Estamos de verdad en el Louvre? —preguntó Adrián—. ¡Cómo mola!
—Un poco de calma, chicos y chicas, por favor —pidió Daniel, el profesor.
Poco a poco, nos fuimos relajando todos. Hasta que alguien hizo “la pregunta”:
—¿Cómo vamos a salir de aquí?
A partir de ahí, volvió a cundir totalmente el pánico.
—Miradlo por el lado bueno, ahora podemos visitar el museo realmente.
La propuesta de Gen fue bien acogida por todo el mundo. Así pues, fuimos recorriendo los diez departamentos, al menos eso fue lo que contó David. Al cabo de un rato:
—Sin ánimos de ofender, pero ya hemos pasado por esta sala veinte veces —dijo Alain Tallón.
—Está bien, buscaremos alguna forma de salir —contestó Daniel—. A ver, vosotros miraréis las puertas; los otros mirarán las ventanas. Yo voy con los de las ventanas.
Nos separamos en los dos grupos hechos por el profesor, y regresamos al cabo de un rato con no muy buenas noticias.
—Las puertas están cerradas con llave —informó Isabel.
—Pues las ventanas están atrancadas —anuncié yo.
—Tampoco hubiera servido de mucho —objetó Daniel—, nos encontramos a aproximadamente ocho o nueve horas de Castro.
—Pues también es verdad —contestamos—. No se nos había ocurrido.
Empezamos a pensar cómo podríamos salir de ahí, entre todos.
—¡Tengo una idea! —exclamó Iván Zas—. ¿Veis ese ordenador de ahí?
—¡Claro! —siguió María Urquijo—. Solo necesitamos conectarnos a nuestros aparatos electrónicos…
—¡Y volveremos a casa! —terminó Dani (el alumno) por ella.
Todos estábamos muy emocionados por la idea. Lo malo fue que el ordenador nos pidió lo siguiente:
Introduce la contraseña:
___ ___ ___ ___ ___ ___
En el ordenador también ponía que los números se encontraban dispersos por todo el museo, eso fue lo que dijo Germán (el que se dio cuenta). Nos separamos en seis grupos para buscar los números en el Louvre.
Regresamos poco después, con las cifras de la contraseña del ordenador. Asier dijo que posiblemente habría que ordenarlas, dependiendo de la sala en la que se habían encontrado. Quedó algo así:
Primero el 3 que había encontrado el grupo de Ian, segundo el 5 del de Enara, después el 9 del de Pablo, detrás el 1 del de Alba, en quinto lugar el 7 del de Alex y, por último, el 8 de Iker. Los encargados de meter la combinación fueron Aitor y Eder.
—¡Funciona! —gritó Aitor, segundos antes de que el ordenador nos tragase a todos.
Volvimos a nuestras casas, y juramos que no contaríamos esta historia a nadie… ¡Excepto a ti, querido lector!
FIN